Recuerdo que cuando tenía 8 años quería ser poeta.

Quería ser Lorca, Alberti, Machado, Miguel Hernández, Pablo Neruda.

En el recreo me sentaba con mi amiga Paloma y escribíamos rimas que después encuadernábamos y regalábamos.

Escribíamos sobre el mar, el cielo, la luna y el sol. Eran versos sencillos, ingenuos, musicales, optimistas, personales y sin filtros. Como solo puede ser la poesía de un niño.

A los 9 años decidí que lo mío no eran las palabras, sino las imágenes, y me dedicaba a retratar el mundo con una cámara de mi padre de los años 70 que encontré un día olvidada en un cajón. Me gustaba mirar a través del objetivo, encontrar el encuadre perfecto, el equilibrio de luz y sombra y escuchar el click seco del disparo.

Después vino la afición por los comics y el dibujo, y me pasaba tardes enteras leyendo y dibujando a Rompetechos, el botones Sacarino, Mortadelo y Filemón… tardes maravillosas tirada en el suelo rodeada de lápices, con el sol entrando por la ventana del salón.

Y entonces descubrí la pintura y la magia del color. Las combinaciones infinitas de los primarios, la fuerza de los rojos, el frescor de los azules, la pureza del blanco. La sensación de dar forma al acrílico con los dedos, sin pincel y sin rumbo fijo, simplemente dejándome llevar, improvisando, con un lienzo en blanco y miles de caminos posibles por recorrer.

Años más tarde, me sigue emocionando la poesía, creo que hay palabras poderosas que reconfortan, como una caricia o un chocolate caliente en un día de lluvia. Y me entusiasma la fotografía; imágenes de momentos congelados en el tiempo que cuentan historias, miradas que hablan, paisajes inmensos y sutiles a la vez.

Pero me he dado cuenta de que realmente lo que me apasiona es el mero hecho de crear, en todas sus formas: cantar en la ducha, inventar una coreografía loca con mis hijos, contar cuentos antes de dormir, decorar una tarta, escribir una carta, conversar…y recientemente, diseñar bolsos, algo que deseaba hacer desde hace mucho tiempo.

Y he descubierto que diseñar un Jellymoon es un poco como escribir poesía y un poco como buscar ese encuadre perfecto. Es experimentar, arriesgarse, saltarse las normas, equivocarse y volver a empezar. Es darme permiso a mí misma para ser feliz.

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Supongo que es un adiós a todo lo que algún día creía que funcionaba y un “bienvenido” a todo eso que me hace sentirme fuerte, yo misma.

Así es la vida, sin duda. Las razones que tenía para hacer esto o lo otro, van cambiando. Cuando tenía 20 años toda mi ilusión era encontrar un buen trabajo, crecer profesionalmente, ganar dinero, sentirme valorada y ¿para qué voy a mentir? Que todos los hombres que andaban a mi alrededor, suspiraran ante la gran profesional, liberada, estilosa, influyente, medio-feminista, sin complejos y a esa edad, “buenorra”, que paseaba a su lado.

Lejos estaba yo de entender que eso, como las espinillas en los adolescentes, es algo que se pasa con los años y lo peor, es que posiblemente, nunca “cacé” a ningún hombre suspirando a mis pies, reconociéndose en mí como un modelo a seguir en casi todo, porque ¿para qué van a querer ellos estar buenorras?. No quiero ser dura conmigo, tan mal no estoy, posiblemente lo hubo, pero yo no lo ví; sin duda, debía suspirar bajito.

Y con los años “el por qué” fue cambiando a “quiero un poco de reconocimiento”, quizá algo de tiempo libre para mi recién estrenada familia y por supuesto, que esos suspiros masculinos pasaran a gritos de admiración a esa chica, que mira, ya no está tan buenorra, pero a pesar de haber sido madre, no está mal del todo y parece que no, pero “puede con todo la tía, su familia, su casa, el trabajo, el ocio”. Mmmmm, ay perdón, que eso sólo lo veía yo.

Hoy ya he probado todas las drogas anteriormente mencionadas; bueno, sigo sin engañarme, seguí sin oír suspirar o gritar de emoción a ningún hombre, así que permanezco virgen ante esa droga.

Y qué queréis que os diga, ahora sí que todo ha cambiado. Me da igual la superación profesional, el reconocimiento, un buen trabajo, o por lo menos el concepto que tenía antes de buen trabajo, ganar dinero (siempre dentro de un orden claro) y el concepto feminista se me quedó corto o largo, ya hace tiempo, no sé. Quiero tiempo para escribir, para hacer deporte, para mi familia, para aburrirme, para llorar, para reír, para mí.

Se me pasó el tiempo de los libros de autoayuda, de los videos de motivación, de las charlas de prestigiosos speakers y de escritores con buenas intenciones que te dan sus “7 claves para ser feliz”.

He de reconocer que nunca me gustaron los libros de autoayuda, pero los leía porque quería pensar que siempre iba a encontrar alguien parecido a mí, que había pasado por los mismos momentos.

Pero hoy, ni eso. Lo confieso. NUNCA ME GUSTAROOOOOOON.

Por eso, un día, después de salir de la ducha (esto lo pongo porque queda inteligente y moderno), Miss Jelly y Miss Moon, decidimos crear algo por nosotras mismas. Son miles las ideas (malísimas algunas de ellas) y varios los proyectos que tenemos en marcha, entre ellos la creación de una empresa  relacionada con la moda, escribir un libro (no de autoayuda, no te asustes) y este Blog, entre otros.

Rebelión en mi armario es nuestro interior, nuestras emociones y nuestras vivencias. Es todo aquello que siempre le intentamos decir a nuestro marido y nunca nos entiende. Quiere ser un blog egoísta, rebelde, estridente y anti ayuda porque su única intención es ser un sitio donde expresar con qué me encuentro día a día y no tiene pretensiones de conseguir mesillas repletas de post impresos para leerlos antes de dormir.

Surgió de todas aquellas cosas que habíamos leído o aprendido alguna vez y quisimos ver qué aplicación tenían en la vida real. ¿Es necesario saber delegar? ¿Conocer el concepto liderazgo vale para algo? ¿y qué me dices del trabajo en equipo? Y buscando buscando en nuestras experiencias, de repente descubrimos que sí, que de algo ha servido todo lo anterior porque, ¿acaso es diferente la forma que tienes de delegar a un subordinado o a tus hijos y/o marido?, ¿sirven de algo las charlas de liderazgo para adaptarlas a tus amigos o familia? ¿todo lo que aprendiste sobre el trabajo en equipo te vale para decirle a tus nuevos hijos, esos que vienen de tu segunda pareja, de manera sutil que se hagan la cama, que así nos sentimos un equipo, una familia que colabora en el éxito de la casa?

La respuesta la tienes tu y mediante estos post, únicamente pretendemos abrir ese armario, que como en un decorado de película, cada día se llena de un montón de cosas revueltas, que se ordenan de una manera diferente. De las perchas cuelgan alegrías, tristezas, estrés, cansancio, desánimo, amor, sexo y en la mayoría de los casos, guardadas en los cajones, un montón de buenas intenciones. Y todo ello, en ese caos ordenado, que sólo sabemos manejar las mujeres.

Así que tira todos tus libros de autoayuda, “capa” los videos de youtube de motivación, sobre todo los de dibujos animados (son muy engañosos y peligrosos), dile a tu vecina que no venga más a contarte que a ella le pasó lo mismo y date un paseo por nuestro armario, porque cada día, te vestiremos con una prenda nueva que, en el peor de los casos, te hará únicamente sonreír, que ya es mucho.

Y lo mejor de todo, es que nos gustaría llenar nuestro armario con tus pensamientos, tus emociones, con todo aquello que crees que puede hacer que te desahogues y que quizá, sólo quizá, sea algo que le pueda pasar a cualquier otra persona.

Te invitamos a mandarnos tus historias en forma de post. No te prometemos que las vamos a colgar todas, pero sí que las leeremos. Somos demasiado egoístas y curiosas como para dejar de lado algo que nos puede servir. Sólo hay una norma; por triste que sea lo que quieras contar, tienes que hacerlo de manera divertida. Si no, no vale.

Bienvenida a este blog distinto, pero igual, en el que todo o casi todo está permitido. Todo, menos insultar, hablar de política, de religión……Ayyyy que no vamos a ser tan rebeldes.

Buena semana a todas las mujeres, que como nosotras, se sienten mujeres Jellymoon.

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